Se abre el telón… y aparece un majestuoso y reluciente león de color azabache como nunca antes habías visto ni imaginado. Un león negro como el blues. La imagen es tan bella, única e impactante que uno no puede más que darle al botón. ¡Clic! La imagen del león negro se viraliza en Internet más rápido que un vídeo de lindos gatitos a trompicones sobre un tejado de zinc. Miles de clics dan fama a este nuevo rey de la selva.
Más de 2.400 retweets y más de 5.5
00 favoritos. Y cientos también para esta otra cuenta:
Cifras apabullantes para una imagen que no es más que un fake, una falsificación, un bulo, un simple truco de Photoshop que ha circulado por Internet desde hace más de dos años y que aún sigue, injustificablemente, en el candelero. Científicos de renombre como Karl Shuker han explicado que no existen avistamientos confirmados de leones negros y que las historias sobre estos extraños ejemplares solo son leyendas que los medios sociales en línea y el uso de software para modificar y alterar imágenes contribuyen a alimentar aún más.
La masa, una vez más, se impone en los medios sociales por la fuerza bruta de sus instintos y pasiones; no hay razón ni lógica en el comportamiento de las masas hiperconectadas online; lo que mueve a las nuevas masas, también sugestionables, es el viejo entusiasmo irreflexivo, la adhesión emotiva y el mínimo esfuerzo cognitivo de un simple clic para un “retweet” en Twitter o un “me gusta” o “compartir” en Facebook. El león negro está en la pantalla, ergo existe. Sólo una minoría se atreve a cuestionarlo, a dudar de su existencia. Pero más de un millón de seguidores confieren veracidad a todo cuanto publique el sujeto seguido. La fuerza bruta de la masa se impone a la razón que intenta asomar y que se queda aislada, en minoría sonrojante.
Que la realidad no te estropee un buen tweet. Poco importa la verdad, la documentación, la verificación… Poco importa si unos pocos intentan explicar que se trata de un truco de Photoshop que ha estado circulando por medios sociales desde junio de 2012, cuando hay otros miles dispuestos a seguir teniendo fe, nada más que fe. La fe moldea realidades. Aunque dice la historia, la verídica, que la imagen original es la de un león blanco publicada originalmente en cutehomepets.com y que posteriormente el artista digital “Paulie-SVK” transformó en un león negro para publicar en deviantart.com (uno de los sitios más veteranos y de solera de la Red para artistas de todo el mundo). Y desde allí se extendió a Facebook, Reddit, Twitter, etc. sin control ninguno ni mención a su origen.
Credulidad y mimetismo son, tal vez, dos de las características que mejor explican a las masas hiperconectadas online. La masa confía en sus nuevosoligarcas, los tan de moda nuevos influencers. Si te sigue un millón de usuarios en Twitter —como a @BabyAnimalPics o a @Fascinatingpics— podrás lanzar una mentira solo una vez y será la masa la que la repetirá miles de veces y la viralizará transfigurada en verdad. Un clic de interacción en redes sociales es afectividad, empatía, confianza… Un clic sumado a otro y otro y otro… son consenso, fuerza y poder. Miles de retweets (re)configuran la realidad de la masa. Miles lo comparten en Internet, ergo es verdad. Cantidad y credibilidad se confunden y se compite por ver quién la tiene más grande (la lista de seguidores en redes).
Con demasiada frecuencia vemos cómo se viralizan por blogs, medios de información dominantes y alternativos, y redes sociales todo tipo de contenidos falsos. Y en esto tiene mucho que ver el sello de veracidad que se le ha puesto a Internet, como si la Red fuese sinónimo de verdad, incluso de deidad. Distinguir la información veraz de los rumores, de las manipulaciones, de las mentiras, de lo inexacto se ha convertido en el principal reto que tenemos por delante en este nuevo ecosistema donde sobreabundan los contenidos, donde nos vemos desbordados por avalanchas de información pero también de desinformación. La verificación de datos y hechos es uno de los grandes retos que deben asumir no solo los periodistas, sino también los propios ciudadanos, con tantas herramientas a nuestro alcance para hacerlo sin que suponga esto un gran esfuerzo (aunque puede presuponerse abrumador en la cultura del mínimo esfuerzo cognitivo que facilitan los rituales de los medios sociales en línea).
En los nuevos espacios donde todo fluye y se distribuye sin control aparente, tenemos que preguntarnos constantemente: ¿la foto está trucada?, ¿el vídeo es un montaje?, ¿es cierto lo que se dice en Twitter?, ¿quién está detrás de ese avatar? Un pequeño esfuerzo que implica una inversión de tiempo del que disponemos pero nos hacen creer que carecemos en esta dictadura de la inmediatez y del consumo rápido de contenidos. El circo debe continuar.
Se baja el telón… y una manada de leones negros se despide bailando sobre un tejado de zinc junto con unos lindos gatitos que cantan un blues.
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