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29 ago 2015

25 AÑOS DEL CRIMEN QUE CONMOCIONO A ESPAÑA (PUERTO HURRACO)

El 26 de Agosto de 1990 el municipio Pacense de Puerto Hurraco cambió para siempre.

Los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo en aquella oscura noche crean un macabro capitulo que medio siglo después sus habitantes quieren dar por concluido.

Eduardo Tena, alcalde actual del municipio declara que la gente quiere pasar pagina sobre el tema y además desconfía sobre las intenciones que tienen los periodistas que visitan el lugar,

"Siempre decís que queréis hacer un reportaje positivo y huyendo de tópicos, pero luego publicáis lo que publicáis y el pueblo no quiere recordar, quiere olvidar", se lamenta este edil socialista que acaba de ser reelegido y que comparte corporación con otros tres ediles del PSOE, tres del PP y uno de IU, que rigen los destinos también de La Nava, Helechal y Puerto Mejoral (que no suman ni mil habitantes).


LOS ANTECEDENTES A LA MASACRE

Las rencillas entre familias se remontan a 1967 cuando Amadeo Cabanillas entró con el arado en una finca cuyos límites se disputaban ambas familias.1 También hubo una historia de amor no correspondido: Luciana Izquierdo y Amadeo Cabanillas se enamoraron pero finalmente Amadeo rechazó casarse con Luciana, lo que la afectó mucho.2 Pocos días después, Amadeo murió a manos de Jerónimo Izquierdo, el mayor de los hermanos Izquierdo, que ingresó en prisión por su crimen y estuvo en prisión hasta 1986 (los 14 años que duró su condena). En la década de 1980, los Izquierdo tuvieron constantes rencillas con la familia Cabanillas sobre los límites de sus tierras en Puerto Hurraco. Tras cumplir condena, Jerónimo Izquierdo regresó a Puerto Hurraco para vengar la muerte de su madre, muerta en un incendio el 18 de octubre de 1984 (del cual la familia Izquierdo siempre culpó a los Cabanillas de su autoría3 ), y apuñalar a Antonio Cabanillas (hermano de Amadeo). Jerónimo ingresó en el psiquiátrico el 8 de agosto de 1986, muriendo nueve días después. Antonio consiguió sobrevivir.

EL CRIMEN



Pero fue el 26 de agosto de 1990 cuando Emilio y Antonio se despedían de sus hermanas diciendo "Vamos a cazar tortolos". Agarraron sus escopetas y se dirigieron a un callejón donde estaban varias personas con el apellido Cabanillas, Antonio de 53 años y Emilio de 58 comenzaron a disparar cartuchos de sus escopetas. Posteriormente el tiroteo derivaría contra quienes se cruzaran por la calle. La munición empleada era de postas, cartuchos que contienen nueve gruesos perdigones de plomo o hierro.


Los Izquierdo incluso llegaron a disparar contra una unidad de la Guardia Civil, que acudió de la casa cuartel de Monterrubio de la Serena alertada por los vecinos. Los dos agentes de la Benemérita resultaron gravemente heridos en el interior de su vehículo, antes de poder dar el alto o tratar de defenderse con sus armas reglamentarias.

CONSECUENCIAS




Tras la matanza, los hermanos Izquierdo huyeron a la sierra. Las unidades de la Guardia Civil que los buscaban los encontraron durmiendo 9 horas después del inicio de la tragedia y fueron detenidos sin resistencia. Fueron conducidos al juzgado de Castuera, lejos de Puerto Hurraco y de más que posibles ajustes de cuentas.

Emilio tras su detención no mostró, al igual que su hermano, el más mínimo signo de arrepentimiento: "Ahora que sufra el pueblo, como yo he sufrido durante todo este tiempo", mientras su hermano Antonio aseguró que aún tenían pensado continuar con la sangría: "Si no nos hubieran detenido, habríamos vuelto al pueblo a dispararles durante el entierro de los muertos".4

Habían dejado 9 muertos, entre los cuales dos niñas hermanas de 12 y 14 años que jugaban en la plaza, y en torno a una docena de heridos de diversa gravedad. Algunos acabaron tetrapléjicos en silla de ruedas el resto de su vida. Los hermanos Izquierdo creían haber matado a unas 20 personas.

En el juicio fueron condenados a 684 años de cárcel. "Su inteligencia", resaltó el juez magistrado, "está dentro de lo normal, hecho que queda corroborado porque eran capaces de manejar un rebaño de unas mil ovejas, tenían fincas arrendadas y tienen, con la crisis que atraviesa el campo, una cartilla de 10 millones de pesetas". Al principio se involucró a las hermanas Ángela y Luciana como posibles inductoras del crimen, pero dos años después las hermanas Izquierdo fueron exculpadas, al no encontrar el juez pruebas que demostrasen su implicación directa en aquellos dramáticos hechos, pero fueron ingresadas en el Hospital Psiquiátrico de Mérida por consejo de los médicos, que les diagnosticaron un proceso paranoide y un trastorno delirante compartido relacionado con la venganza por la muerte de su madre, seis años antes, en un incendio.

UNA CASA EN RUINAS



Tantas son las ganas de cerrar definitivamente este trágico episodio en el pueblo que el ayuntamiento tiene abierto un expediente de declaración de ruina a la casa de la familia Izquierdo, el inmueble en el que pereció la madre de los homicidas en un incendio y que fue el detonante de la tragedia.

Los hermanos Izquierdo culparon a la familia Cabanillas, a la que pertenecían la mayoría de los fallecidos, y el enfrentamiento llevó a la venganza de aquel agosto de 1990. La casa permanece prácticamente igual desde hace décadas, abandonada y a mitad de la tristemente famosa calle Carrera (la principal de Puerto Hurraco y recorrido de los asesinos aquel 26 de agosto).

En su fachada principal, las antaño pintadas de "asesinos" han sido sustituidas ahora por otras inocentes de adolescentes, mientras que sus ventanas sirven de improvisados paneles en los que se pegan carteles de todo tipo, los últimos los de las fiestas celebradas del 12 al 16 de agosto. Nadie quiere esta casa, por lo que el ayuntamiento va a declararla en ruina para su posterior demolición y espera que antes de final de este año culmine todo el proceso administrativo" y ahí digamos adiós a otro recuerdo más, el último ansío".

Otro elemento para considerar cerrado este capítulo de la historia negra española es que ninguno de sus tristes protagonistas está ya vivo, ni los autores de la masacre, Emilio y Antonio, ni sus hermanas Luciana y Ángela, a las que se consideró instigadoras.

Puerto Hurraco es hoy día un municipio "normal" de Extremadura, se empeña en recalcar el alcalde, con los mismos problemas de paro que tiene la región, aunque goza su mayoría de vecinos de buena posición por sus ingresos gracias al olivar, verdadero y principal sustento de la población. Prueba de ello es que la citada calle Carrera presume de varias casas de moderna edificación y que lejos de sufrir una sangría demográfica, el número de habitantes de Puerto Hurraco se mantiene en torno al centenar, aunque haya jóvenes que se han marchado "pero como en otros pueblos".

No obstante, la salida de jóvenes ha sido equilibrada con emigrantes que han regresado a su pueblo al jubilarse, como Carmen Izquierdo, alcaldesa pedánea de Puerto Hurraco, y sobre la que enseguida Eduardo Tena aclara: "no tiene nada que ver con quien estás pensando".

Puerto Hurraco sigue conservando su pequeño bar al final de la calle Carrera, donde también hay una tienda de alimentación regentada por una joven de 24 años, que se considera "una valiente", pero no por tener su negocio en un pueblo con esta historia, sino "por querer ganarme la vida en un pueblo de 110 vecinos, como cualquier otro pueblo pequeño de Extremadura".

El Puerto Hurraco actual también presume de tener su propia página web, de la que se encarga Manuel Tena, como el conocido cantante y que es hijo ilustre de Benquerencia, y un perfil en Facebook por parte de la universidad Popular.

26 ago 2015

LA LEYENDA DEL BARBERO ASESINO, UN HOSTAL DONDE SE ASESINABA GENTE PARA SERVIRLA DE COMIDA

En la actual calle Pou de la Figuera (Barcelona) un famoso hostal por la calidad y lo barato de sus platos de carne


Dos viejos caserones que entre tantas fincas modernas que los rodean parecen vivir un tanto apoquinados, entre la irreconocible calle de Serra Xic y los jardines conocidos popularmente como el Forat de la Vergonya. Solo con echar un vistazo, el transeúnte percibe en este lugar las huellas de aquellos “esponjamientos” que se llevaron por delante tantas casas antiguas, y tantos vecindarios de toda la vida. Aquí la cosa empezó con un PERI —Plan Especial de Reforma Interior— que tenía que restaurar un barrio histórico, y terminó con una colección de bloques de apartamentos nuevos. Aunque de manera totalmente inesperada, tras violentos enfrentamientos con la Guardia Urbana los vecinos consiguieron ganar esta plaza pública, único espacio verde de su barrio. Intuyo que en aquel mismo proceso debieron salvarse estas casas y el pequeño callejón que hay entre ellas, protagonistas de una leyenda urbana sobre un barbero asesino, un fondista ambicioso y un mendigo justiciero.

Nos interesa fijarnos justamente en el estrecho corredor que sale de Pou de la Figuera, administrativamente su número 14. Según parece, antiguamente se había llamado de Massada o Massades, pero ahora tiene la misma placa que la calle con la que se cruza. La conseja popular quiere que en este mismo terreno hubo un hostal, en el que tuvo lugar un episodio sangriento. La historia tiene un parecido considerable con Sweeney Todd que fue folletín por entregas, obra de teatro, musical de Stephen Sondheim, y película de Tim Burton. El argumento se repite en diversas narraciones europeas, como la decimonónica El pastelero de carne humana y el barbero asesino, que situaba la acción en el París del siglo XV. Una trama que también se encuentra en Espill o Llibre de les dones de Jaume Roig, que lo situaba en la misma ciudad y siglo. En Roig no estaba el barbero, pero ya se sugerían todos los temas principales, desde la venta de pastelillos de carne, hasta el mecanismo que abría una trampilla por la que caían las víctimas camino del horno. Incluso coincidía con el personaje femenino (en Sweeney Todd la señorita Lovett), que aquí era una posadera parisina y sus hijas. Finalmente las detenían cuando un cliente encontraba un dedo dentro de un pastel, Según este autor, “de las tripas hacían salchichas y longanizas, las más ricas y finas del mundo entero”, y en una fosa “honda como un pozo, metían los huesos descarnados, las piernas y las cabezas”.


El barbero se encargaba de elegir a las víctimas entre sus clientes más desfavorecidos

Este tipo de historias se insertan en las narraciones de “hosterías rojas”, que recuerdan el canibalismo ocasional practicado en el continente europeo en momentos de grandes hambrunas. En estos cuentos se habla de un hospedero que roba y asesina a sus clientes, y después cocina su carne para sus ignorantes comensales. No deja de ser una variante del ogro de Hansel y Gretel que recuerda los años de la Alta Edad Media, “cuando los fuertes devoraban a los débiles, los descuartizaban, los asaban y se los comían”, en terrorífica descripción del monje medieval Raoul Gabler.

La versión barcelonesa cuenta que existía un famoso hostal en la calle del Pou de la Figuera, conocido por la calidad y lo barato de sus platos de carne. La clientela no lo sabía, pero el secreto de aquel delicioso sabor estaba en la materia prima. Según Joan Amades (uno de los que recogió esta leyenda), “la carne humana tiene un sabor muy delicado, superior a cualquier otra”. El hostal compartía finca con una barbería, y ambos empresarios se habían asociado. El barbero se encargaba de elegir a las víctimas entre sus clientes más desfavorecidos, aquellos de los que nadie fuese a notar su desaparición; les degollaba y lanzaba sus cuerpos a un sótano, donde el hostelero los troceaba y cocinaba.

Todo iba a pedir de boca, hasta que el barbero tuvo la mala idea de invitar a un afeitado a un vagabundo que pasaba por la calle. El buen hombre aceptó de buen grado, pero un mal presentimiento le tuvo alerta. Cuando el fígaro iba a darle su tonsura mortal, el mendigo detuvo el tajo. Forcejearon y el criminal cayó por la trampilla, siendo escabechado y estofado por su cómplice que no lo reconoció. El trotamundos pudo escapar y alertó a la policía. Fruto de aquella denuncia, el fondista fue ejecutado y el hostal derribado para borrar su memoria. Y de aquella demolición surgió este callejón sin salida

20 ago 2015

LA LEYENDA DEL DIABOLICO VENTRILOCUO MCCARTHY





Esta es la historia de Mccarthy, mas conocido como el ventrílocuo que usaba el cadáver de un niño para hacer el espectáculo mas real, nadie podía mira a los ojos firmemente al niño, ya que tenía una mirada escalofriante que no aguantabas mirarlo fijamente, aquí la verdadera historia.


El año era 1920 y un nuevo tipo de espectáculo empezaba a nacer en el sur de Estados Unidos. Un espectáculo en el que actuaba un ventrílocuo que en poco tiempo se hizo famosísimo. Era Mccarthy, un ventrílocuo cuyo acto era simple, pero cautivaba a todo el que lo atestiguaba, el acto era simple porque hacía uso de solo un personaje durante toda la función: Edgar, un muñeco que representaba a un niño regordete entre los 9 y 10 años de edad, pero con rasgos muy extraños que lo hacían imposible de no mirarle, sus manos demasiado reales, su boca muy expresiva, su estatura muy distinta a la de un muñeco de ventrílocuo habitual, Edgar era más alto y sus ojos, que aunque eran los de un muñeco de madera, reflejaban un vacío que hacía difícil mantener una sola mirada sin bajar la vista o dirigirla a otro sitio.

El nunca dejo que alguien se acercara a Edgar, ni siquiera que lo miraran muy de cerca y nunca nadie supo el porqué. Como era un espectáculo nuevo todos se quedaban asombrados ante lo real que se veía, como hacia el hombre para hacer hablar a un muñeco sin que se notaran sus labios moverse. Muchas personas pensaban que era brujería (la ignorancia de esa época era demasiada) o algo por el estilo así que muchos padres de familia prohibieron a los niños ver el espectáculo y fue un hombre amado y odiado por muchos.

Una noche fue encontrado en su camerino con el cuello destrozado…nunca se supo quién fue. A un lado había un maletín negro cerrado, la policía al abrirlo encontraron al muñeco Edgar, que hacia tener escalofríos a los mismos policías. Al examinar el muñeco de cerca se dieron cuenta de que era un niño de verdad, o al menos el cadáver de un niño de verdad, con una horrible mascara de latex que le cubría su pequeño rostro pálido. Jamás se supo cómo hizo Mccarthy para conservar el cuerpo del niño tan bien...

19 ago 2015

EL MISTERIO DE LA MONTAÑA DE LOS MUERTOS EN LA UNION SOVIETICA (RUSIA)

El 25 de enero de 1959, diez experimentados esquiadores de la antigua Unión Soviética, se reunieron al norte de los Montes Urales para participar en una expedición que prometía ser divertida, esquiando monte a través por una ruta conocida, que supondría un ejercicio de entrenamiento para una futura expedición a las regiones árticas, más difíciles y peligrosas, o eso creían ellos. Solo uno sobrevivió. Los nueve restantes murieron de manera tan extraña y espantosa que todavía sigue siendo un misterio, pese a tener el material fotográfico del equipo y tratarse de la búsqueda mejor documentada de la historia rusa.
El líder de la excursión era Igor Dyatlov, el equipo lo formaban dos mujeres y ocho hombres: un instructor de esquí, tres ingenieros y siete estudiantes del Instituto Politécnico de los Urales, ubicado en la ciudad entonces conocida como Sverdlovsk (antes y ahora, Ekaterinburgo) ,su destino era la cercana Sierra Otorten, al norte de los Urales.
Igor, Yuri Yudin y Lyudmila
Además de Igor Dyatlov (23 años), iban Yuri Yudin (en la fotografía con gorro de rayas), Yuri Doroshenko (21), Zinaida Kolmogorova (22), Lyudmila Dubinina (21), Alexander Kolevatov (25), estudiantes; Alexander Zolotariov (37), guía; Rustem Slobodin (23), Georgyi Krivonischenko (24) y Nicolás Thibeaux-Brignollel (24), ingenieros.
Establecieron el primer campamento en el asentamiento de cabañas de madera de Vizhai. Allí es donde Yuri Yudin, el único superviviente, cayó repentinamente enfermo y tuvo que abandonar la expedición. Una antigua lesión en la espalda le impedía seguir adelante. En aquel momento sintió envidia por sus compañeros, el resto de su vida la angustia de no saber qué les había ocurrido. ¿O sí sabia algo y por eso no los acompañó?.
Lyudmila, Georgyi, Nicolas y Rustem.
Dos días después partía la expedición. Su primer destino era la montaña Gora Otorten (N 61° 51′ 39” E 59° 21′ 54”), de allí viajarían durante 100 kilómetros al sur a lo largo de la cresta principal de los montes Urales, hasta el pico Ojkachahl. Después seguirían al norte por el curso del río Toshemka, al este de la ciudad de Vizhai. Actualmente ésta sería una ruta de dificultad “promedio”, para ellos era mucho más extrema, pero no hay que olvidar que en ese tiempo la URSS valoraba a los deportistas de élite, lo que llegaba a exigirles más de la cuenta. Llegaron a Gora Otorten y allí establecieron el primer y último campamento base, algo ocurrió esa misma noche que acabó con la vida de los nueve esquiadores que sigue siendo un misterio, muy documentado, pero un misterio.
Yuri, Lyudmila, Alexander y Zinaida.
Su ruta, según los mapas de Igor Dyatlov, seguía el valle del río Auspii, cruzaba una zona boscosa hasta la base de la montaña Kholat-Syakhl (que en el dialecto mansi, tribu que habitaba el norte de los Urales, significa “la montaña de los muertos”), a 10 kilómetros de Gora Otorten. Allí es dónde colocan el campamento. Durante el camino siguieron una ruta de un cazador de ciervos mansi, que había marcado el camino el día anterior. Estas fotos fueron las últimas que sacaron una vez instalado el campamento, se les ve muy alegres y tranquilos.
Lyudmila, Rustem, Nicolás y Zinaida.
Según los cálculos realizados y las previsiones del equipo, llegaron al lugar el 1 de febrero. Todos murieron durante la noche.
La fecha prevista de regreso era el 11 de febrero. Una vez hubieran llegado al campamento de Vizhai, tenían previsto envíar telegramas a sus parientes anunciando el éxito de la misión. Al transcurrir más de una semana y no tener noticias de los jóvenes, las familias piden al Instituto Politécnico que comience su búsqueda. El rastreo empezó el 21 de febrero, pero no tardan en darse cuenta de la complejidad del rescate y se pide ayuda militar y civil.
Un compañero del Instituto Politécnico de los desaparecidos, Mikhail Sharavin, encabeza el grupo de rastreo. Al equipo de búsqueda se unen dos aviones y un helicóptero. El 25 de febrero, un avión militar que sobrevuela la zona encuentra los restos del campamento.
El equipo de rastreo se dirige al lugar. Al llegar, encuentran el campamento abandonado en la ladera oriental de la montaña, conocida como la zona 1079, Kholat-Syakhl o Montaña de los Muertos, según con quien hables, militares, senderistas o tribus de la zona. La ladera occidental de la montaña es famosa por los aludes que allí se producen con facilidad, pero esa noche no hubo ninguno.
Descubren una tienda de campaña cubierta de nieve y destrozada. Dentro no hay rastro de los chicos, pero sí todas sus pertenencias, ropa y zapatos incluidos. Rodeando a la tienda hay numerosas huellas de pisadas, de al menos ocho personas, unas descalzas, otras con un solo zapato, sin un rumbo claro, más bien caótico.
Del grupo de pisadas surge una hilera en dirección noreste, descendiendo hacia el bosque, que al menos siguieron dos personas. El equipo sigue el rastro.
Sharavin explora la zona y cerca de los árboles encuentra lo que parece ser los restos de una hoguera o un fuego improvisado, a apenas 500 metros de la tienda.
Y allí mismo, junto a un árbol, encuentran los dos primeros cadáveres, se trataba de Krivonischenko y Doroshenko, los dos descalzos y en ropa interior, pese al frío que hizo esa noche. Los dos estaban cubiertos por ramas caídas del árbol llenas de nieve. El fuego había quemado las ramas del árbol hasta casi los cinco metros.
Cuando el forense investigó el tronco, vio que estaba cubierto de trozos de piel y carne humanas. Los cadáveres tenían las manos destrozadas, por lo que se supone que intentaron trepar desesperados, cediendo las ramas a su peso. No había rastro de ningún animal, pero algo tuvo que aterrorizarlos hasta tal punto de hacerles salir corriendo de la tienda sin vestirse e intentar subir a un árbol desollándose las manos.
Cerca del lugar, a unos 270 metros y en dirección a la tienda de campaña, encontraron el tercer cadáver, el del líder del grupo,Igor Dyatlov . Su encuentro no es menos sorprendente, estaba tumbado boca arriba, con la cabeza en dirección a la tienda, en una mano sujetaba una ramita, y con el otro brazo se cubría la cara, protegiéndose.
180 metros más adelante en dirección a la tienda, encuentran el cadaver de Rustem medio cubierto por la nieve, de cara al suelo y con una fractura de 17 centímetros en la cabeza.
Cerca hay restos de sangre, los siguen y encuentran a Zinaida, la que más se acercó a la tienda después de haber huido. La sangre no se pudo comprobar que fuera suya, pero no parecía serlo.
Las sorpresas no acababan aquí. Al examinar la tienda, comprobaron que estaba hecha jirones, pero los cortes no se produjeron desde el exterior, sino desde el interior de la misma, por lo que fueron los propios chicos los que en un intento desesperado de huir, rasgaron la tienda.
Entre los restos de la tienda junto a la ropa encontraron sus diarios y varios royos de película sin revelar, de los que salieron parte de las fotografías mostradas. Lástima que no hubiese filmación en vídeo, porque la historia recuerda a películas tipo bruja de Blair.
El resto del equipo no apareció hasta que se produjo el deshielo. El cuatro de mayo aparecen los restos de los desaparecidos en un barranco de unos cuatro metros de profundidad, bastante cerca del árbol donde encontraron los dos primeros cadáveres. A diferencia del resto de sus compañeros, que aparecieron en ropa interior, éstos estaban vestidos, pero con prendas al azar. Todos los cuerpos sufrían graves daños. Lyudmila tenía fracturas simétricas en las costillas con hundimiento de la caja torácica a la altura del corazón. Zolotarev tenía rotas las costillas del lado derecho. Thibeaux tiene el cráneo aplastado y de Alexander Kolevatov no se dice mucho, salvo que estaba allí.
Pero esto no es todo, al examinar el cadaver de Lyudmila, la cabeza estaba echada hacia atrás (con la fractura en el torax le costaría mucho respirar), la boca muy abierta y sin lengua ni la carne que recubre la cavidad bucal. Respecto a la ropa, el pie de Dubinina fue envuelto en una pieza hecha jirones del pantalones de lana Krivonishenko y Zolotaryov llevaba el sombrero de piel sintética Dubinina y su abrigo.
Durante los funerales, fueron varios los familiares que afirmaron que la piel de los fallecidos era de un extraño color naranja, y su cabello se había vuelto gris. Además, se encontraron mediciones altas de radioactividad es varias prendas analizadas, que aunque en posesión de otros, pertenecían a Lyudmila.
¿Y a qué conclusión llega el equipo forense?
Según el estudio de los cadáveres todos murieron de hipotermia, algo lógico al encontrarse a 20 º bajo cero. Las fracturas de Lyudmila, Zolotarev y Thibeaux eran mortales, pero no se descarta la hipotermia como causa final o acelerante.
Nadie sabe qué ocurrió aquella noche , pero paradójicamente, el caso está documentado al detalle. De las fotografías tomadas por el propio equipo y sus diarios, se pueden reconstruir todos sus pasos. Se les ve felices y sin ningún problema que les afecte al llegar al lugar donde acamparían. Comieron de 18.00 a 19.00, como demuestra el contenido de los estómagos, y la comida sin digerir indica que el incidente y la sucesiva muerte de los nueve se produjo entre los intervalos que van desde las 21:30/23:30 del 1 de febrero y las 01:30/02:45 de la madrugada del 2 de febrero.
Fue en el primer intervalo de tiempo cuando se produjo lo que los investigadores llaman “evento desconocido”, algo que les produce tanto miedo que les impulsa a romper la tienda para huir colina abajo casi sin ropa, señal de que el peligro que les acechaba en la tienda era más temible que morir de frío.
Se dispersan en tres direcciones distintas en tres grupos, pero se las apañan para reunirse cerca del árbol donde encienden el fuego. Un fuego puede atraer a aquello que les asusta, que sigue en la tienda porque no regresan a ella, pero se están muriendo literalmente de frío.
Llegados a este punto se barajan tres hipótesis de por qué Krivonischenko y Doroshenko se suben al árbol, la hipótesis de buscar protegerse de algo pierde fuerza, o bien intentaban conseguir más leña para la hoguera o alcanzar un punto de visión de la tienda, ladera arriba, para ver si podían volver. Al estar congelados, tal vez ni notasen que se destrozaban las manos. Ellos dos son los primeros en morir de frío, probablemente sus compañeros les cubren con las ramas, y el grupo vuelve a separarse. Dyatlov, Rustem y Zinaida deciden acercarse a la tienda, pero van cayendo sucesivamente. Los tres mueren de hipotermia, aunque Dyatlov parece protegerse de algo o alguien y Rustem presenta una herida en la cabeza.
Los cuatro restantes se esconden, en este momento pueden sufrir las lesiones que el forense compara con un accidente de tráfico. Lesiones extrañas, ya que dañan el interior pero no producen ninguna lesión ni hematoma externo, aunque no es de extrañar debido a la congelación de los cuerpos. Cayeron por el barranco o se refugiaron en él. Una caída podría provocar los daños, aunque la altura es mínima, pero ellos ya estaban en malas condiciones. El primero en morir es Thibeaux, le sigue Lyudvina, que ha hecho girones los pantalones de Krivonischenko, ya muerto (lo que justifica que apareciera en ropa interior) para cubrirse los pies. Cuando ella muere, Zolotarev se pone su gorro y su abrigo, aunque no le sirve de mucho porque es el siguiente en fallecer. Kolevatov es el último en morir de hipotermia. Probablemente fue él el que cubrió a su compañero con el abrigo de la fallecida.
Monumento a los fallecidos en el cementerio de Sverdlovsk.
¿Qué pudo aterrorizar a un grupo de nueve personas, acostumbrados a acampar en parajes extremos, y con una gran fuerza física?. No eran colegiales de campamento con miedo a la oscuridad.
El hecho de que no llevaran ropa también es extraño, porque aun refugiados en la tienda de campaña, con una temperatura tan baja ningún experto se quitaría la ropa. Su comportamiento parece un ataque de histeria colectiva, pero al analizar sus pasos, se aprecia que eran completamente conscientes de lo que estaba ocurriendo, son capaces de reunirse después de la huida, se mantienen juntos o en grupos y hasta son capaces de encender una hoguera en la nieve.
Otro dato curioso es que un ayudante del forense aseguró que fueron 11 los cadáveres encontrados, pero los otros dos desaparecieron inmediatamente.
No tardaron en circular diversas hipótesis, desde las más descabelladas a las que parecen más razonables. El caso tuvo mucha publicidad por tratarse de nueve jóvenes, pero se cerró con otra incógnita más: los nueve esquiadores murieron por “causa mayor” o “fuerza sin identificar”, según el ejército ruso, que cerró el paso de la montaña durante tres años. El mismo que ahora lleva el nombre del jefe de la expedición, paso de Dyatlov, donde una placa recuerda a los nueve fallecidos.
Si queréis ver nuestra entrada relacionada con la explicación de que es el YETI. pueden verlo pinchado AQUI

PODEIS VER EL DOCUMENTAL COMPLETO EN EL SIGUIENTE VIDEO

Cincuenta y cinco años más tarde, el explorador estadounidense Mike Libecki investiga el misterio y nos lo muestra en un especial de dos horas de duración . En ‘El yeti ruso’, Mike rastrea las pistas y recoge la evidencia convincente de que las muertes de los estudiantes podrían ser obra de una criatura sacada de un cuento de terror.



Un saludo de Alberto de la vega y Oscuro Saber.