El desierto chileno, el más seco y antiguo de la Tierra, tuvo las primeras lluvias de las que se tuviera constancia en 500 años. Las precipitaciones mataron el 85% de sus especies microbianas, según la investigación de un equipo internacional liderado por científicos españoles del Centro de Astrobiología.
Cuando la lluvia se convierte en problema
En enero de este mismo año un equipo internacional de investigadores publicaba en PNAS un estudio en el que se analizaban los efectos de la lluvia sobre una región del desierto de Atacama en la que las lluvias a veces se suceden con varias décadas de separación.
En este caso, tras un periodo de lluvias, comprobaron cómo se producía un intenso florecimiento de la población microbiana de la región. La razón, según las conclusiones de los autores, era que muchos de estos microbios habían permanecido en un estado de adormecimiento, hasta que las condiciones se habían vuelto favorables para su proliferación. Entre los autores de aquel estudio se encontraban Daniel Carrizo y Víctor Parro, dos de los científicos españoles que firman este nuevo trabajo publicado hoy. Sin embargo, en este caso las conclusiones son muy diferentes.Las precipitaciones que dieron lugar a cambios en la diversidad microbiana podían ser resultado del cambio climático global
Para la realización de este último estudio los investigadores viajaron hasta el corazón del desierto chileno, después de que tuvieran lugar una serie de precipitaciones muy poco habituales en esta región. "Por lo general, cuando más llueve en Chile las precipitaciones se dan al pie de los Andes", explica a Hipertextual Armando Azua-Bustos, primer autor del estudio. "Lo curioso es que en este caso las precipitaciones se dieron más al norte y con motivo de una masa cargada de humedad procedente del océano Pacífico". La procedencia de la lluvia y la intensidad con la que tuvo lugar suponía un fenómeno que no se encuentra en los registros y que, según los cálculos de los expertos, podría darse solo una vez cada cien años. Esto, según cuenta Azua, podría ser un efecto resultante del cambio climático global.