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18 jul 2015

LA LEYENDA DE SAN ANTOLIN Y LA DAMA BLANCA

A un lado de la carretera que conduce a Asturias (España) desde el pueblo de Niembro a la parroquia de Naves, en el concejo de Llanes, se encuentra lo que queda de San Antolín de Bedón. Los historiadores nunca han acertado a explicarse las razones que llevaron a los monjes benedictinos a instaurar una comunidad en aquel lugar tan apartado. Parece ser que el cenobio se fundó entre los siglos X y XI, que entre el XII y el XIII se construyó la iglesia actual y que en 1955 el conjunto fue restaurado por Luis Menéndez Pidal, aunque lo cierto es que, a esas alturas, del complejo original ya sólo quedaba en pie el templo: el resto del monasterio desapareció no se sabe muy bien cuándo y en su lugar se levantaron unos edificios sin gran interés arquitectónico que hoy languidecen también en la miseria. Ya escribió Saro y Rojas, en el siglo XIX, que de la “antigua grandeza” de Bedón sólo quedaba ya la iglesia romanobizantina, y añadía que estaba “en camino de desaparecer también”. Por esa misma época, J. M. Quadrado visitaba el lugar y explicaba que “del monasterio no hay que hablar, desapareció después de reducido a priorato, y no quedó en San Antolín de Bedón más que la iglesia y la contigua casa”.
Sabemos que el monasterio, no obstante, fue muy importante en la época bajomedieval, y que su influencia decayó cuando los benedictinos que lo habitaban se desplazaron a Celorio, también en el concejo de Llanes. Respecto a sus orígenes, dado que nadie llegó a especificar los porqués de la constitución de un cenobio en un entorno tan pintoresco -a un extremo de la playa de San Antolín-, no tardó en surgir una leyenda que, según los historiadores Maricruz Morales y Emilio Casares, también se atribuye a las fundaciones de San Juan de la Peña o Santa María de Aguilar de Campoo.
El conde de Muñazán, Munio Rodriguez Can, era hijo de una noble familia asturiana, muy bien considerada en toda la región. El conde tenía un carácter muy difícil, con grandes arrebatos de cólera y un poco dado a la violencia.

Un día andaba por el Bedón cazando jabalíes, cuando de pronto se le vino la noche encima. Como nadie sabía donde estaba y no había nadie por allí, pensó en la manera de pasar la noche. Para colmo una tormenta iba aproximándose y no tardaría en empezar a llover.
Empezó a soltar sapos y culebras de su boca y se puso a caminar. Al rato, divisó una luz que provenía de una cabaña medio escondida. Se asomó por la ventana y vió a una joven muy bella con los cabellos rubios muy largos.
El conde sin pensarlo, dió una patada a la puerta y entró en la cabaña. La joven presa del pánico se defendió todo lo que pudo, tirándole todo lo que encontraba al paso, hasta que el conde la arrinconó en una esquina. La joven con todas sus fuerzas se abalanzó sobre él y empujándolo hacia un lado, se escapó por la puerta y desapareció.
El conde comenzó a perseguirla, pero en vista del mal tiempo y la pereza propia del conde, optó por volver a la cabaña y echarse a dormir en la cama de la joven.
A la mañana siguiente, el conde volvió a su castillo de tan mal humor como era costumbre.
En los días siguientes, volvió de nuevo de cacería y estando en ella, acordóse de la joven de la cabaña y decidió acercarse hasta ese lugar.
Una vez allí, se asomó de nuevo por la ventana y volvió a ver a la joven, pero ésta vez no estaba sola, estaba con un joven que acababa de volver de las campañas del rey.
Y preso de unos horribles celos, cogió su arco comenzó a perseguirlos para darles muerte, ellos intentaron defenderse, pero entonces ella tropezó, el chico intento levantarla, pero el conde llego a tiempo, apunto y disparó dos flechas, la primera para ella y la segunda para el joven, y allí quedaron tendidos los cuerpos de los jóvenes.
A partir del suceso, el conde fue dándose cuenta de la maldad que llevaba en su interior y según pasaba el tiempo se iba encontrando peor de conciencia, decidió vender todas sus propiedades, quedándose una pequeña suma, con la que levantó un monasterio y una iglesia en el lugar donde mató a los dos jóvenes.
Y allí acabó sus días el conde Munio, y la iglesia que dedicó a San Antolín aún hoy permanecen algunos restos. 




El fenómeno Poltergate de San Antolin

Los lugareños en estos momentos, aseguran que ciertas noches aún se escuchan los gritos de aquellos jóvenes aterrorizados por la persecución del noble, que se escuchan pasos de como si fuera corriendo, que se escucha como una voz chica pide socorro y discute aunque sin entender pronunciación con alguien.



La Dama Blanca de San Antolin 

 

Otros visitantes del lugar, aseguran que ademas de los fenómenos citados anteriormente, se produce una aparición al rededor de sus muros, una dama, una chica pálida, que camina lentamente hacia el punto donde se supone que falleció la pareja, vestida completamente de blanco, del estilo de sus ropajes parecido a un camisón, con sus rasgos indefinidos y su pelo dorado.

Esta aparición aseguran que no posee pies, que es un fantasma la cual parece flotar, deslizándose  siempre a una dirección concreta, los brazos parecen ir en posición relajada aunque también se difumina con el entorno. Se supone que es la chica que fue asesinada y quedo atrapada en este mundo por la profunda tristeza que le causo el no conseguir evitar la muerte de su amado.

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